Le enseño mi último poema.
Me dice que me espere,
que se le va el fuego.
Le espeto su falta de delicadeza,
su sospechoso amor a la literatura.
Me dice que no lo volverá a hacer.
Pasan los días
harto de comer comidas quemadas.
*****
Mi madre me estaba dando el pecho
cuando mi padre consiguió un trabajo
del que no se movió en treinta años.
Imaginó, que a cambio de su fidelidad,
la empresa le gratificaría, cerca de su jubilación,
con un reloj de oro, una placa o un viaje a Torremolinos,
pero no, le dieron una patada en el culo
y a base de cambiarse de nombre,
resulto, que después de treinta años
mi padre no había trabajado allí ni treinta días.
Cada mañana, para el control de parados,
nos presentamos juntos en el INEM,
primero le nombran a él
y después me nombran a mí.
Hay gente que se siente satisfecha viendo a sus hijos imitarles,
me pregunto qué opinará él de todo esto.
*****
morirá feliz y atado a sus árboles y su barbecho,
volviendo a casa en su mula,
dormido en el sofá frente un documental de bichos en La 2.
Habrá arena en sus botas
unas humildes botas de mercadillo
de las que guarda tres pares nuevos e idénticos.
Morirán muchas cosas, grandes trozos de nosotros,
cuando la muerte se vista con él.
Mi madre lo mantendrá vivo
mientras se repitan, iguales,
las nieves, las flores, las cosechas.
*****
que se te ha disparado el azúcar
y la tensión va a su puta bola
dispuesta a joderte el corazón en cualquier momento,
y además está lo del hígado, los pies, los pulmones...
y aun así
brilla en tus ojos
la extraña luz de los rebeldes.
Me dices que aquí no te va quedando nadie,
que tal vez te bajes al sur, con tus hijos,
definitivamente.
Me dices que España es una caverna
habitada por cuarenta millones de cadáveres.
Me dices que estás paseando por Picadilly
debajo de una gabardina
y llevas un ómnibus rojo en el bolsillo para tus hijos.
Me dices que en medio de la escasez y de las sombras
has decido casarte con una comunista
por la Iglesia.
Me dices que es domingo
y hombres sonrientes,
con un mundo nuevo en los corazones,
se agitan dentro de monos azules
y marchan hacia el Alcázar.
Me dices que estás jugando con metralla
en el último agujero de obús
en el Parque del Oeste
en el frente de Madrid.
Me dices que eres un niño,
pero yo
solo veo
a un hombre
que se está muriendo.
*****
Ahora que todo arde,
te hablaré de los inocentes dentro de los inocentes.
En mitad de un arroyo
dos ciervos se miran
cercados por las llamas.
Un fotógrafo
está a punto de ganar un premio.
*****
Escribir poemas como comprar el pan
esperando que nutran y alimenten,
ojalá el poema me ayude a respirar y arder.
Escarbar palabras, agujeros, laberintos,
mientras gruñe alrededor el lobo.
La palabra es un cepo oxidado y yo
un cazador torpe en la nieve hostil,
en el torno del alfarero,
en el yunque del herrero de los huesos,
en el collar de la negra de calaveras erradas,
a la búsqueda de sendas propicias
y semillas silvestres.
Pájaro del viaje de hilo
dónde quiero ir
dónde quieres ir
adónde crees que vas a llegar
voy a susurrarte que nada existe
para defenderme de ti.
Antonio Orihuela
Esperar sentado (Poesía completa 1992-2012)
Ediciones La Baragaña
862 páginas.
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